miércoles, 21 de agosto de 2013


EL SUR PROFUNDO: IMPRESIONANTE, BELLO, ¿NUESTRO?

 

SEGUNDA PARTE

 
Aun preguntándome ¿por qué  el camión llevaba cascajo en
vez de Bauxita? , iniciamos nuestro ascenso desde el nivel del
mar y el calor tropical hacia la reserva científica que es el
Pulmón de la sierra de Bahoruco. A ésta, se accede por la
antigua primera mega carretera construida en la República
Dominicana, que va desde El Aceitillar (mina de bauxita) hasta
Cabo Rojo (puerto de embarque), en Pedernales. Fue hecha
por la compañía “Alcoa Exploration Company”, a principios de
los años 50, para el transporte de bauxita y posterior embarque
hacia los Estados Unidos, desde entonces, no ha existido una mejor
carretera, en la República Dominicana.
Es una de las construcciones “eternas” de cuando “La Era, era Era”,
con sus treinta kilómetros que resistían los camiones amarrillos (Euclid)
tan altos que tenían escaleritas para que los choferes se pudieran subir a la cabina. 
Después que los americanos, se marcharan pletóricos, en la década de los
ochenta (dejando sin honrar la parte del contrato donde se
comprometían a restaurar el daño ecológico), ésta pasó al
rango de carretera turística, de la reserva científica.
A medida que remontábamos la ladera sur de la sierra, un rastro
sanguinolento en el pavimento, pronosticaba, el asomo de una
úlcera ecológica.  Cerca de la mina Las Mercedes, el terreno
empezaba a “engranojarse”, como si le hubieren dado una
mala noticia. Ya dentro del filón, las palas y camiones saciaban su
geofagia como gusanos, devorándose las costras agónicas de un despojo.
 
Justo al traspasar la mina, a los lados de la carretera el
aire del ambiente cambió a humareda.  Vimos decenas de
familias numerosas haitianas, establecidas en claros de la
ladera de la montaña, montones de hornos de carbón e
incipientes conucos como una “sarna” que le cayó al bosque
infestado por el menoscabo de la actividad humana sobre la
vía turística. Conforme subíamos, la temperatura descendía
hasta hacer el clima tan agradable, que nos atrevimos a
apagar los aires acondicionados, aunque sin poder bajar del
todo las ventanas, ya que, las Bayahondas sin peluqueros, le
han ido ganando al ancho del camino y las espinas, además
de arañar los carros pueden herir a los pasajeros.
Arribamos a lo que antiguamente era el primer punto de chequeo de
Guardaparques, pero estaba desierto; allí solían cobrar un
peaje y entregaban un explicativo juntamente con el recibo de pago,
un folleto sumamente grafico y didáctico, pues hasta un mapa
tenía. Unos metros más adelante, estaba el letrero de bienvenida, una
puerta de dos hojas, de las cuales sólo una estaba abierta pero era
suficiente para dar paso a los autos. En la caseta de guardaparques, contigua
 a la entrada, no había vestigios de vida humana, por lo que seguimos nuestro
 ascenso del parque nacional. 
La magia del momento la inicio un guaraguao que nos
sobrevolaba vigilante, en nuestro progreso, a la par con
el olor a “limpio “que emanan, los pinares de los bosques
 de la Hispaniola. El canto del monte nos obligo a apagar el
radio del carro, que a estas alturas, sólo sintonizaba estaciones
en “creole” con mas parlamento que música.  El camino se
fue angostando, como hacen las arterias, cuando se llenan
de colesterol. Llegamos al instante adonde se termino el
pavimento y se iniciaba un trillo de tierra, que en tiempos
pasados estaba en mejores condiciones y permitía el paso de
cualquier tipo de automóvil; pero, desgraciadamente, ahora
solo se puede acceder en un todoterreno y mucho tememos
que cuando llueve habría que esperar a que las aguas de los
charcos bajen, para luego transitar el escabroso camino.
Con la brújula de nuestro vehículo, y la orientación que nos daba la
memoria -ya no hay carteles de orientación- por fin llegamos al
 estacionamiento para continuar caminando por uno de lostrillos que
 llevan al mirador . Las etiquetas explicativas están destruidas o borrosas
en mejor de los casos.  El observatorio aparece repentinamente
, para acoger al peregrino y acompañarle  a percibir el encanto de la hoya de
 Pelempito.
Es de resaltar queel mirador está fabricado en madera noble ya que a pesar del total
abandono, todavía cumple con la tarea de refugiar -como los santuarios religiosos- para regocijar el espíritu.
El regreso fue ligero y todos tuvimos que apagar el roaming
de los teléfonos ya que por allí entra DIGICEL que es la
telefónica haitiana, con mucho más fuerza que cualquiera de
las compañías telefónicas de nuestro país.
Al llegar al portón de salida notamos que había sido cerrado
con una gran cadena y un candado aún más grande, nos
detuvimos, en el puesto del guardacampestre, Justo al lado
de la puerta había dos figuras: un individuo delgado de
tez oscura, con una poblada barba, sentado en una silla de
guano, vestido con pantalones “jeans” y camisa de cuadros,
portaba un  radio receptor transmisor portátil. La otra figura,
que se encontraba de pie, era de buena estatura “color indio”
(de acuerdo a la clasificación de las cedulas dominicanas)
enfundado en una especie de uniforme, al cual se le estaban
“riendo” los botones de la camisa a consecuencia del bienestar
abdominal; parecía un teletubi ambulante, solo que éste portaba una
escopeta al ristre, era la viva estampa de un superhéroe
pensionado, tenía una cachucha enfundada hasta los ojos al
estilo Cutá Pérez, la misma tenia las siglas y los colores de
un partido político que otrora fuera la esperanza del decoro
dominicano. Baje el vidrio del jeep, Tinky Winky se me acercó
y mirándome con el desdén, de un oficial de migración
del primer mundo:- Arrastrando fuertemente las erres al estilo
sureño, me espetó:
¿Ud. sabía que eto tá cerra’o dede la cuatro e’ la tarde? 
A lo que conteste -no lo sabía pues no hay ni un solo letrero
que diga nada y cuando pasamos Ud. no estaba en su puesto
para advertírmelo.
-Lo que pasa e’ que uno e’ persona y me se presentó una
necesidá, ¿Ud. pago el derecho de entrada? Me pregunto
 
- Si usted no me la cobró sabe que no lo hemos pagado
porque anteriormente este pago se hacía en la puerta de más
abajo, se daba un recibo y un folleto impreso a colores, donde
explicaba todo lo necesario del Parque Nacional de Bahoruco-
-Estamos dispuestos a pagar sin ningún inconveniente, solo
quiero, que me den el recibo y el folleto.
 
-¡Ud. paso a las tres y cincuenta y cinco! me dijo subiendo el
tono. 
-Mire señor yo ando con unos turistas, usted tiene una
escopeta en la mano que está moviendo mucho lo cual los
está poniendo nerviosos, Además, el deterioro de este lugar,
comparado con años anteriores, es notorio y esto va a ser
reportado por mí, desde que llegue a Santo Domingo. 
Acto seguido puso la escopeta en el suelo y dijo:-Ud. tiene
razón eto t’a t’o “devencijao”.
-Deme los recibos y los folletos y le pagamos inmediatamente
sin ningún problema - le respondí. 
Aquí no hay n’a d’eso me manifestó – y nos abrió la puerta
diciendo ¡váyense! de muy mala gana.
 
Después del desencuentro con las autoridades, nos detuvimos,
para echar un vistazo a toda la punta de Cabo Rojo y Cabo
Falso, que desde allí eran visibles; a nuestro lado, se detuvo
un camioncito “reparteagua” cuya tripulación era dominicana
e inició la distribución del preciado elemento, a las familias
ocupantes, no pudimos percatarnos, si era privado u oficial.
El atardecer se desplomó sobre el oeste, rizando de oro
el horizonte del Caribe. Un rápido baño nos alistó, para la
cena en el restaurant King Crab, altamente recomendado
por nuestro hermano explorador; una amable jovencita nos
orientó acerca de las delicias del menú, que no nos defraudó, ni
en calidad ni abundancia .El lugar estaba bien concurrido:
camioneros dominicanos, capataces colombianos y venezolanos,
tripulantes de las barcazas chinas, eran parte de los comensales,
 que devoraban con fruición, el buen saborde esos frutos de mar.
 En la mesa contigua unos españoles miembros de una de
 las “ONG del terremoto” comentaban que siempre que podían y
 el río Pedernales lo permitía,cruzaban a comer “bueno.” a esta
parte “mala.” de la isla. 
El aperitivo lo tomamos en Doña Chava, discutiendo sobre
si eran compatibles, el turismo y la minería. Al final nos fuimos a la
cama sin ponernos de acuerdo sobre el tópico
 
Carlos H García Lithgow.
 
FIN DE LA SEGUNDA PARTE

martes, 20 de agosto de 2013

El sur profundo: Impresionante , Bello, Nuestro?


El sur profundo: bello ,Impresionante, Nuestro?
Primera parte

El Sur ha sido parte esencial de mi vida; siendo mi padre oriundo de Azua, campiñas de cactus, guasábara, mariposas amarillas y mar enmarcados en caminos de bruma y polvo estamparon mi infancia, casi todos los fines de semana los  pasábamos en la casa paterna, para mí el sur huele a salitre y abuelos .
Aunque nací y me crié en Santo Domingo siempre he mantenido ese sentimiento de pertenencia y nostalgia hacia esta región, tanto así que su geografía es ampliamente conocida por mi esposa e hijos, quienes desde pequeños mehan acompañado a explorar los rincones de su heterogénea topografía.
Con el pretexto de las vacaciones de un primo de mi esposa residente en EE.UU., quien está casado con una joven costarricense y sus dos hijos adolescentes, nos disfrazamosde turistas internos y arrancamos sur adentro hasta las profundidades de Bahía de las Águilas, Pedernales, Pelempito, la frontera. Les habíamos prometido llevarlos al portal del paraíso a conocer los contrastes extremos del campo Dominicano, la estridencia del sol, la lujuria de millones decolores, a presenciar la transmisión “en vivo” del cielo enHigh Definition”.
Desde el inicio del recorrido la travesía nos honró la palabra: nos detuvimos a comer en nuestra querida Azua, añoranza ancestral, sazón de mar, recuerdos chiquitos… Después de la pitanza y con el sopor del arroz, enrumbamos hacia poniente y cerca de Los Cuatro Vientos, la primera detención porreparación de carretera (están siendo reparadas completamente).
Pasamos Barahona donde repusimos combustible y reanudamos nuestro viaje, el tramo más bello que carretera alguna pueda tener. ¿Qué Capri qué? Chauvinismo aparte y sin guardar distancias ¿dónde quedan Positano y CostaAmalfi? Un camino con fisonomía de caderas caribeñas enroscándose alrededor de la montaña cuyas infinitas verdes guedejas se desparraman impúdicas  con la desfachatez de una mulata “recién subida”, que gana su cabellera al azul de un espumoso beso de mar.
Al pasar por Enriquillo, versión antillana   de  Niza pero en olla y con Larimar, no nos pudimos resistir a la recolección de las blanquísimas y gratuitas piedras de la playa que en el mercado internacional llegan a cotizarse a diez dólares la funditakilómetros más tarde, unos gigantes  de hierro nos amenazaron el horizonteel parque eólico de Juancho. Los molinos del Quijote se volvieron cibernéticos, sus aspas abofetean el viento, olvidan que es una porfía  de miles de años que les embestirá hasta vencerlos porque hoy día Rocinante es un transformer ,Sancho usa un BiBi y la lanza“bota rayos”.
Justo en el recodo donde el mar se vuelve campiña aparece Oviedo, con el espectáculo de laguna y color (especial mención para la organización, el guía ,los baños y las oficinasde medio ambiente). Un camino de vacas nos entregó en Pedernales hasta el Hostal de Doña Chava, agradable y bella sorpresa turística de exquisita simpleza, decoración natural, limpieza extrema, “Wifi y, a 30 dólares por día, cumple adecuadamente con las necesidades del viajero. Su  propietario, el señor Marino José Vilomar, agrónomo deprofesión, acogedor por decisión propiaes el Presidente fundador del Cluster y de la Asociaciòn para el Desarrollo del Turismo Sostenible de la Provincia de Pedernales (ASDETUSPE),poseedor de gran conocimiento e información puntual de las virtudes y necesidades de la zona, en fin, en él Pedernales tiene quien le escriba .
Por recomendaciones especiales de mi hermano Raúl (asiduo habitante de estos paisajes) nos fuimos caminando desde el hostal hasta la pizzería de Rossylo, efectivamente,amabilidad desbordante y la mejor pizza del mundo”, como nos había prometido; al retorno nos perdimos en el regreso porque se fue la luz, pero nos encontramos con la amabilidad aldeana de mis tiempos infantiles  (a la que poco a poco nos hemos ido desacostumbrando en el fragor de la “Big City”) que nos dirigió amable y sanamente por el buen camino hasta el hostal.
El día siguiente fue destinado a Bahía, pero no al Salvador brasileño sino a la de las Águilas, Cabo Rojo, Parque Jaragua Provincia de Pedernales en la frontera con Haití; desayuno criollo, se inicia el recorrido, en el camino empezamos a notarel rastro colorao que mancha  de evidencia la ruta hacia el puerto, gigantes mecánicos con el sello de FENATRADOacarrealas entrañas de la tierra roja, muy  roja, tan roja como el delito, crujir de asfalto que soporta estoicamente  el tatuaje de las llantas que dirigen la gavilla con su carga del averno. El puerto de Cabo rojo tiene un ajetreo de “barcazasexprés“a las que llenan veinticuatro /siete desde las minas en el Aceitillar, pues hay un contrato con una minera china que tiene un carguero tan grande que su calado no lo soporta el puerto. Los camiones, en su prisa por “echar muchos viajes” derraman la tierra en el agua y el contraste color sangre y sal recuerda a la masacre de un desembarco, un tufo a históricabatalla,todo ello debido a que oficiosamente nos contaron que por cada día de retraso de llenar el mega barco, el estado Dominicano es multado con treinta mil dólares por díaa lo que solo llega a mi mente una interrogante: ¿Valdrá la pena?
Seguimos nuestro camino y el sendero albino de la playa nos hace olvidar el barco chino, por fin avistamos unas casitas tipo malecón de Samaná y arribamos a la Cueva de los pescadores, quienes supuestamente ya no viven en La Cueva sino en las casitas (supuestamente digo porque según los “oráculos“ del pueblo solo existen dos, pues allí tienen casitas funcionarios políticos y demás yerbas interesadas).
Contratamos ida en yola y comida al regreso, todo bienorganizado, precios razonables, al zarpar llegaban dos camionetas de la UN desde Haití con varios “voluntarios” dispuestos para excursión; al abordar nosotros la yola escuchamos como se iniciaba una discusión entre los pescadores y los recién llegados, zarpamos dejando atrás “el pleito” a lo que Yovany, el yolero solo atinó a decir: –Esta gente nos quiere pisotea’ ,cuando los Haitianos vienen quieren arrasa’ con to’ – mientras negaba con la cabeza en señal de desaprobación y en el recorrido contaba varios desencuentros étnicos .
El viaje en yola hacia Bahía inicio el espectáculono sé si aún quiera cumplir mi sueño de ir a la Bahía de Halong en Vietnam… Enormes islotes de piedra y altísimos farallonesenmarcan el rumbo, nidos de pelícanos con sus pichones y diversas aves marinas mantienen su hábitat, a medida que aparecen pequeñas playas el guía nos va señalando mientras las cámaras y celulares  de la proa no paran de tomar fotos - esta es la del amor, esta la de los cuernos , esta no tiene nombre y yo le digo:  – la del divorcio- y nos reímos acarcajadas… En unos minutos atracamos en el medio de la playa donde un árbol  prometía sombra; éramos los únicos en siete kilómetros de blancura y calma, todo el azul y cristal del universo se transparentaban al  costear nuestras pieles;decidí caminar Bahía de las Águilas de ida y vuelta, en eltrayecto  les puedo asegurar que me encontré con Dios .
Regreso a la cueva, almuerzo opíparo con langosta y pez león incluido (muy buen sabor tiene el invasor).Salimos rumbo a Pelempito hacia El Aceitillar en la sierra de Bahoruco. En una curva del camino, como un balazo de escopeta sin permiso,dobló un camión gigante a velocidad de sindicato, sin lona ycon exceso de kilometraje, desparramo sobre nosotros una enorme descarga de cascajo que impactó el vidrio delanterode nuestro Jeep, haciéndole un quille que por pura suerte no paso de ahí; al tratar de identificarlo no tenía placa, nos detuvimos y no hubo más remedio que dar gracias por no habernos accidentado, reiniciamos nuestro ascenso a Pelempito.
Carlos H. García Lithgow
FIN DE LA PARTE UNO